sábado

Ella

Seguramente no la vio.

Seguramente pasó por alto el azul en sus pestañas y la fuente roja que le brotaba de los labios.

Seguramente no advirtió que estaba sola, apocada en el zaguán de una puerta de madera, vieja y sucia.

Seguramente no imaginó que se sentía morir y que guardaba un pozo de culpa entre sus manos.

Seguramente pasó de largo, pisando su sombra, ignorando su perfume.

Seguramente pensaba en tantas cosas.

Seguramente nunca entienda que ella era, seguramente, ella. 




lunes

No pienso decirte adiós, si acaso te digo hasta siempre

Ya te has ido, no estás por aquí, has decidido marcharte para no volver.
La información la tengo, la imagen retumba en mis sienes, la tristeza se hace creciente.
Se me hace una mentira pensar que nunca volveré verte recortada en cualquier calle, en tu coche, con tus perros y no me lo acabo de creer.
No puedo.

De alguna manera espero que alguien me cuente algo que has hecho, alguna locura y trastada de las tuyas que te hacían ser tú misma y nos hacía sonreír. Y decíamos, ay... Esta chica, nunca cambiará.
Y no puedo entender que ya no vas a hacerlo.

No sé, desconozco esta sensación de incredulidad ante lo evidente, me viene grande.
Me viene grande.

Llego a dudar sobre mí misma y sobre si un día voy a reaccionar, si me vendrá todo de golpe o si se quedará así, como una incertidumbre que a veces brota en lágrimas y a veces se queda en un pozo de dudas, en algún lugar, aquí, aquí dentro.

Me parece estar viviendo las cosas desde un sueño y que todo ha sucedido, sí, pero lejos, fuera de mí, a cientos de kilómetros de distancia, en otra galaxia quizás, en otro universo.
Así que, yo me quedo aquí, esperando, aún espero recibir un mensaje tuyo, alguna confirmación de que yo estaba en lo cierto y nada de todo esto que dicen ha llegado a suceder.


Por eso, no pienso decirte adiós, si acaso te digo hasta siempre, hasta la próxima, hasta la vista y hasta luego. Descansa en paz, amiga.


miércoles

Yo no quiero ser la Cenicienta


Así que,
esta noche no te vuelvas cuando nos despidamos, déjame ver cómo te alejas.
Déjame anhelando un mirada, un guiño en tu perfil o un algo que no sé y que nunca llega.

Esta noche, cuando sea demasiado difícil estar juntos, ni te acerques en la distancia.
Déjame ir, con las ganas y el vacío, con las calles hechas un garabato entre las manos.

Déjame sola, a la orilla de mi almohada. Déjame que me atormente en la oscuridad de mi casa, que me pregunte cien mil veces por qué te conformaste con el adiós, por qué no susurraste que me quedase, que adónde creía yo que me marchaba.

Déjame que las lágrimas me perlen las pestañas y que la fiebre me cierre los ojos. Mañana, nuevo día, entenderé que no puedo llamarte, que no vinimos hasta aquí para tenernos.
Y romperé el recuerdo de esta noche que ya viene, en la que te marcharás y yo veré cómo lo haces.