miércoles

Un poema de despedida o algo que se le pudiera parecer


A veces no te comprendo
y es algo que se repite con frecuencia en estos días.
Hablas con telegramas, en lenguas desconocidas,
hablas de mundos y primaveras que jamás visitaré y que son tu hogar.
Después, tropiezas con mi sonrisa que se amontona en cualquier parte,
pero el genio se te ha trocado
y pataleas allá dónde yo cultivaría un árbol.

Es una estupidez, no me lo digas, quejarme de la lentitud en las nubes,
sobornar a un pájaro para que no muera.
Pero yo nací en ese río donde arrojas tu desesperación,
deja ya que los peces sean mis amigos.

Quizás fue que nunca me conociste.
Lo que tú y yo hemos sido tal vez sea parte de lo extraño,
que comparten besos, mentiras, pero extraños,
cada uno sumergido en su vorágine, tan desconocidos.  
Ya te cuento
que me gusta leer a perpetuidad,
que me enamoran en las posdatas
donde alguien explica lo pequeño y hermoso
de esta vida que me estás arrebatando.
Pese a ello me buscas, es pura inercia.
No esperes que te acompañe al fondo del precipicio.

(Imagen: Viajero junto al mar de niebla. Caspar David Friedrich) 

martes

Díptico al mar

I

Hubo un tiempo en el que criaturas poliédricas y de enorme envergadura habitaron las llanuras fértiles y ribereñas. Crearon sus hogares mediante la acumulación de poliperos de gran variedad colorífica, cuyas paredes moteaban sobre el aire un aroma salino y hediondo cuando el sol las malograba en la tarde. Ocupaban los días cultivando algas en la costa, otros confeccionaban ropajes con las hebras vegetales del barbecho. Los niños acudían a la lección matinal y jugaban a escaparse y a intercambiar moluscos deshabitados, que secaban al sol para pintarlos luego con excéntricas efigies. Por las noches entonaban letanías en favor de las mareas y comían sin descanso frutos ácidos en la hojarasca.


II

Hoy, caminas anónimo a la orilla de esa playa tuya, dejas que los pies se te desaparezcan en la marea. El agua te hace tropezar con algo, es una caracola y adviertes que está dibujada. Seguramente no lo entenderás.



domingo

Genealogía del "estar aquí y en tantos otros lugares"

Has venido para ser una tarde de noviembre, porque noviembre es el mes en el que yo debí nacer. Con el otoño y su caricia ámbar de hojas. El ámbar me interesa, tiene algo de ciudad nocturna, de caramelos y miel (y ahora me viene el relámpago de la niñez, a la verita de mi abuela tostando azúcar entre fogones). Ya te espero con ternura en ese banco, en alguna calle que nos verá pasar.
Has venido, yo no sé, contrario a todas mis plegarias. Atea por convicción; también es ese un modo de fe.

(La imagen, tan bonita, es un óleo de Leonid Afremov)