miércoles

Un poema de despedida o algo que se le pudiera parecer


A veces no te comprendo
y es algo que se repite con frecuencia en estos días.
Hablas con telegramas, en lenguas desconocidas,
hablas de mundos y primaveras que jamás visitaré y que son tu hogar.
Después, tropiezas con mi sonrisa que se amontona en cualquier parte,
pero el genio se te ha trocado
y pataleas allá dónde yo cultivaría un árbol.

Es una estupidez, no me lo digas, quejarme de la lentitud en las nubes,
sobornar a un pájaro para que no muera.
Pero yo nací en ese río donde arrojas tu desesperación,
deja ya que los peces sean mis amigos.

Quizás fue que nunca me conociste.
Lo que tú y yo hemos sido tal vez sea parte de lo extraño,
que comparten besos, mentiras, pero extraños,
cada uno sumergido en su vorágine, tan desconocidos.  
Ya te cuento
que me gusta leer a perpetuidad,
que me enamoran en las posdatas
donde alguien explica lo pequeño y hermoso
de esta vida que me estás arrebatando.
Pese a ello me buscas, es pura inercia.
No esperes que te acompañe al fondo del precipicio.

(Imagen: Viajero junto al mar de niebla. Caspar David Friedrich) 

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