lunes

hijos de las estrellas


Así amaneció, con su expansión, recóndito hacia todos lados. Conjurando nubes y átomos fabulosos, inventado los metales y las formas. La radiación que todo lo impregna, los gases de colores, los astros, las inmensas y tácitas galaxias... Tú. Yo.

Y si nos enfadamos, marcamos con tiza una frontera. Y si nos peleamos, lanzamos globos de agua bajo la atenta mirada de la madre inmensidad.

la vida en los suburbios



Hacia dónde camina una muchacha perdida,

sin zapatos, sin hojas de alegría en sus mejillas,

con la sóla compañía de las estrellas

y los amigos espontáneos que ofrece la madrugada.

Una muchacha perdida entre cientos,

parece cualquier otra, parece arcaica y cansada,

pero como cualquier otra después de todo.

A veces ve en lo alto el resplandor de la luna

y aúlla un poquito, pero sólo un poco,

por miedo a ser escuchada entre el frío

y sereno pavor que es la noche cuando llega temprana,

cuando la alcanza

y está sola.

Una duna tornadiza que no sigue al viento,

por rebeldía quizás, pero aislada,

asimétrica de sus hermanas.

Y en realidad nada le hace más daño

que dejar la soledad, la que conoce su voz,

perderse entre el páramo que es estar soñando

y despertar un día, como arrancada el alma del tiesto

tan súbitamente,

para dejar atrás un onírico beso,

acaso una tregua o una ocasión regalada

ante la prematura muerte.

martes

diez, quizá once


Once lunas, acompañadas de once gatos negros, es todo lo que encontraron en su habitación y no necesitaron más. Nunca advirtieron molestias ni ruidos procedentes de su casa, era una mujer silenciosa, silenciosa hasta el extremo de no alterar el aleteo de los pájaros cuando se posan en la ventana, de caminar con pies lanosos y acariciar los pomos de las puertas con una dulzura de muñeca de algodón. Vagaba por las calles como el viento lo hace a ráfagas, tan invisible; se sabía de su presencia por el aroma a azahar que desprendía, por la quietud con que ocupaba ese hueco rosáceo en mitad del vacío. Nunca la escucharon hablar, asentía con las pestañas y sonreía cuando todo era correcto; de lo contrario, se desvanecía en un aura de misteriosa melancolía que muy pocos, tal vez nadie, conseguían desvanecer. Sus vecinos desconocían las ocupaciones de la mujer, pero por su rostro la imaginaban rodeada de niños en alguna escuela infantil, con las mejillas llenas de colores y un babero de rayas y puntillitas en los bolsillos. También podría dedicarse a la pintura, quizás era una artista reconocida en las grandes ciudades del mundo, o bien la masajista de un balneario en la montaña, o una cazadora de sueños. De cualquier modo su rostro, sus manos de nata y aquella sonrisa silvestre auguraban una apaciguante vida colmada de templanza con estrellas de Belén y compasión. Frente a su casa vivía una anciana observadora que siempre la miraba por encima de sus gafitas al llegar al hogar, con tumultuosas compras de supermercado, y la hacía en su cocina, entre abruptas columnas de cacharros y utensilios delante de unas cortinas rojas y blancas, con melocotones en un frutero junto al horno donde preparaba bizcochos, y galletas, y pastissets de boniato para el invierno. La imaginaba destartalada y serena, como una princesa en su torre, caminando descalza sobre un suelo de parquet que limpiaba con cariño para mantenerlo suave y brillante. El casero había coincidido con ella en dos ocasiones; la primera vez se cruzaron en el portal cuando ella marchaba Dios sabía dónde, no reparó en su presencia y simplemente la contempló alejarse más allá de la crisálida. La última vez fue ese mismo día, en la mañana que la apresaron, creyó verla en la ventana distraída con el tráfico aéreo, pensó que tenía un bonito perfil y que besar su cuello debía ser como una presión suave y cálida que reconforta. Al entrar de nuevo en la casa, encontró sus fotografías agolpando todos los rincones: aquí los amigos, aquí la familia y algún personaje poco destacado, todo hasta perderse en la imagen del balcón, que le recordaba lo hermosa que la había visto esa mañana. Se le emborronaron los ojos con aquel resplandor y ahora sólo distinguía la verja del balcón a contraluz, mientras escuchaba a los guardias hacer comentarios sobre los cuerpos allí abandonados, cubiertos por frías capas de plástico negro que les aislaban del espanto. Se volteó un segundo y en mitad de aquel despropósito de sangre contó al azar; debían ser diez, quizá once.

lunes

siempre el eco

Viajó durante tantos años que ya no recordaba la ciudad que le había visto nacer, de hecho su hogar estaba en algún lugar por encima de todas aquellas cosas, de toda frontera. Su maleta, con sus viejos tejanos y aquella libreta abarrotada de sueños le hacían sentirse familiar adónde fuera, alguien con identidad propia y culminante sobre el frío anonimato que es caminar por una calle cualquiera, con gentes indiferentes y no cruzar palabra alguna cuando les encontraba a su paso. Ese ser desconocido y azul en que se convertía le daba cierta estabilidad, hasta que comenzaba a intimar con las gentes del lugar, entonces sabía que era el momento de partir de nuevo. Se llevaba consigo sólo los buenos recuerdos y marchaba una vez más buscando algo, no importaba el qué, que llenase aún más aquel viajero existir del que había hecho una forma de vida. Conoció muchas ciudades aglomeradas de ilusiones incompletas, marchó al campo pero la calma y el silencio de las noches le ahogaban. Habitó en los desiertos, en las selvas, subió a las más altas montañas y descendió por numerosos valles. Le resultaba curiosa la sensación de no encontrarse en ningún lugar y sentir que algo le pertenecía de todos ellos. Un día interrumpió su marcha en mitad de un camino muy solitario y muy llano, miró en todas direcciones, también hacia el cielo. Y gritó. Esperaba escuchar el eco propagarse hacia la infinitud del paisaje para descargar el cansancio que arrastraba desde hacía siglos, pero no fue así. De modo que lo volvió a hacer, esta vez no se detuvo a los pocos segundos y continuó gritando hasta quedarse sin aire y notar cómo cosquilleaba el aullido en su nariz. Y el eco trascendió aquella tarde por encima de los maizales, corrió tanto que alcanzó a las colinas sin apenas pretenderlo y apenas pudo escuchar cómo se alejaba de aquel horizonte, hasta golpear sigilosamente el agua que aguardaba circular en un vaso de vidrio. Un niño lo percibió, sentado en la mesa ante su merienda, y miró por la ventana que había acogido el halo vibracional. No se veía nada, nada había, pero los maizales todavía cabrioleaban, quizás sería el viento-pensó.

jueves

aquí estoy -y con el dedo índice señalo algún lugar sobre mi pecho-


Cuando te miro no eres más que un caos de posibilidades abriéndose camino en todas direcciones, a dentelladas propagándose por el espacio blanco y rectilíneo. Te muestras distante, aparentemente inacabado y frío, dejas gotear el deseo por tus brazos. Parpadeo y te encuentro allí, hablando en cien mil idiomas diferentes; eres como una ventana a las tinieblas que me habitan sin yo saberlo. Te regocijas en cada parábola, mostrando el lado frágil del momento; eres decadente, delicado, me invitas a la introspección como un círculo naranja y humeante, como una caricia de madre que tanto anhelo. Duermes un poquito mientras yo juego y entonces ya te agitas un poco tímido, como diciendo -no olvides ésto-, abres una nueva puerta silenciosa como la noche, y allí me quedo yo, con la mirada de nieve que reclina despacio, entre todos esos segundos que quieren escapar al tiempo.
En ti convergen diagonales, meandros, fugas y senderos. Tú sólo te muestras, de embelesar me encargo yo y me siento menos perdida cuando veo todo lo que puedes llegar a ser. Te convertiré a suerte en un mundo hermoso y tierno, quizás albergarás un puñado de besos bajo el marfil de los elefantes, o bien el río salvaje en el cabello de mis muñecas. Quizá las muñecas tengan unas fauces prominentes, no lo sé, pero quizás las tengan. Te miro y pienso en los caramelos de la tarde, en el fundido hecho por azar a remolinos y en la mágica silueta que es tu cáscara circundante, un algo revelador que espeja cómo soy, simplemente, cuando me expreso entre azules y púrpuras, y no pretendo hallar más allá de tu estatura la distancia que separa mi alma de las estrellas.

viernes

fundamento para la poesía


Decidió que había llegado el momento de matarse; el sol ardía con propiedad, la ciudad era suave y los pájaros podrían atestiguar el alarido con que se desprendería de este mundo. Y así lo hizo. Saltó desde un décimo piso con las manos entrelazadas, como tratando de congelar en un exiguo paracaídas el refugio para su alma ante el atroz impacto. Y una mujer le vio en su golpe contra la vida. Ella caminaba buscando algo en el cielo, había unas nubes coralinas que se apartaban sin gran alboroto, los árboles de la calle estaban allí y también las farolas; entre ellas la estela emborronada de una precipitación austera y seca se dejó ver por unos segundos. Como una deflagración, aquel vestigio inundó la escena de sus pupilas, era un trazo de grafito amoratado, gris, con el color de la piel cuando se turba. Y vio su tropiezo con las ramas de los árboles y su descomposición trizada ya en el suelo, como lo pedazos del vidrio. Pero de aquella multitud en colisión no brotaron más que plumas, pétalos de margarita y tres o cuatro versos que cayeron como gotas de lluvia en el asfalto. Murieron lentamente, las palabras, como los pétalos, como aquella mañana. Ella lo vio todo, testigo mudo y apabullada, se acercó a la acera y allí mismo se arrodilló para besar la tierra que recibió el golpe. Lamió con devoción aquellos versos en la piedra y el áspero tacto en su boca le hizo comprender que las abstracciones no habitan sólo en la pluma de los poetas.

sábado

díptico al extravío

I

Esta noche se ha llorado en las escuelas. Los espectros de los niños ausentes se han amontonado, muy juntos, en las esquinas de las aulas, había un ambiente tumultuoso bajo las pizarras y en las habitaciones del claustro. Se acurrucaban las llamadas de letargo y rosas en la madera de los pupitres, en los lapiceros, caían ventana abajo con la anatomía de las persianas. Toda la noche cayendo han estado, con esta manirrota y excedente madrugada. Las escuelas fulguraban en la oscuridad con ese musitar que puede hacer llorar a los hombres. Pasará el fin de semana en su letargo de ruinas inacabadas, esperando la mañana ajetreada de un lunes que disimule tanto llanto y tanta pérdida.

II

De entre todas las cosas que un día soñé alcanzar, sólo recuerdo aquella niña que yo era.
...

martes

no se preocupe, señor Palmer

-No se preocupe, ahora se encuentra a salvo. Celador, escriba la fecha de la incidencia en el archivo del sujeto, anote también las intervenciones que se le van a realizar. Como le digo, ya no tiene por qué preocuparse, señor Palmer. Hubo un fallo en el sistema, perdimos el pleno control de las conexiones con su encéfalo y sus actos comenzaron a ser histriónicos, desiguales, creímos que le perderíamos, lo lamento, le aseguro que no volverá a ocurrir. Celador, acérqueme ese manual. Mire, señor Palmer, aquí viene detallado el sistema de relaciones neuronales que tiene instalado en su cerebro; usted nos pidió eliminar toda la masa que permite al dolor subyacer en su hipocampo ¿Lo recuerda? Por supuesto que no lo recuerda, pero usted nos lo pidió. Normalmente los internos que se someten a nuestro experimento solicitan lo mismo, hacer desaparecer el dolor, aunque usted no se refería al dolor físico. No deja de ser curioso ese miedo a la vulneración humana. Pero nosotros no trabajamos con almas, trabajamos con cuerpos, no somos tan pretenciosos. Hubo algo que le desestabilizó. Ahora pensamos que sería mejor que no volviese a ver a su familia. No, no se preocupe, estarán bien y usted no volverá a preocuparse por ellos. No lo hará porque no les recordará. Ese era el pacto ¿No lo recuerda? Oh, por supuesto que no lo recuerda, pero fue decisión suya. Celador, prepare la dosis. Escuche señor Palmer, ahora sentirá un leve cosquilleo que le obligará a desvanecerse en un profundo sueño. No tema, cuando despierte ya no recordará nada y podrá seguir trabajando en nuestro campo. Todo quedará guardado en su inconsciente y nunca más sentirá el dolor, sin embargo, para asegurarnos que este incidente no vuelve a suceder, le provocaremos una amnesia irreversible de modo que usted y nosotros seremos más felices, creemos que es lo mejor para todos. Celador, aumente la dosis y ejecute, el sujeto se encuentra preparado para la inmersión y presenta inicio de neurastenia. No llore señor Palmer, no se acongoje, no nos obligue a aislarle de nuevo. Usted ya estuvo allí, ya sabe lo que es. Sabe que no se trata de un lugar… Bonito. Estará bien, se lo prometo. ¿Nota el cosquilleo? Como le digo, todo esto será muy rápido, no tiene que temer nada. Sólo nos ocupamos de cumplir con lo que usted nos pidió, usted firmó el consentimiento. Cierre los ojos, en unas horas nada habrá ocurrido…

viernes

un mundo de locos

DisorderRating
Paranoid Disorder:High
Schizoid Disorder:High
Schizotypal Disorder:High
Antisocial Disorder:High
Borderline Disorder:Very High
Histrionic Disorder:High
Narcissistic Disorder:Moderate
Avoidant Disorder:High
Dependent Disorder:Very High
Obsessive-Compulsive Disorder:High

-- Personality Disorder Test - Take It! --
-- Personality Disorders --



Es curioso, mediante un sencillo test de preguntas (alrededor de cuarenta) alguien se siente capacitado para informar sobre los posibles trastornos mentales que arrastra consigo una persona dentro de su cabecita y de su corazoncito. Sinceramente, creo que es necesario pensar muy bien las cosas antes de arrojarse al vacío con una decisión; sinceramente lo pienso. Pero ¡Qué difícil es pensar con claridad! Cuando uno mismo no alcanza a comprenderse, ¿cómo puede comprender el entorno? Según el susodicho test de marras, he aquí una trastornada hasta la médula, he aquí un alma perturbada que no ve más allá de un mundo ilusorio que se ha levantado a medio camino entre la razón y la fantasía. Caray, y yo que creía ser de lo más llana y normal (nótese el sarcasmo y carraspeo), resulta que vivo inmersa en un descomunal caos de obsesiones y paranoias. A lo mejor, si no fuera por eso, yo no sería yo y no estaría aquí escribiendo esto. Ah! Pesudo-artistas, ¿Qué es lo que veis en mí?.

What type of person do you attract?
Your Result: You attract artsy people!

Those free spirited artists with great imaginations find you interesting. They are usually interesting themselves, so its not a bad thing, but they CAN be a bit wifty and choose odd goals. If you like life to always be a bit 'different' from the norm, but not too extreme in any one direction, these are the people for you. If you seek logical decision making skills and good money management, you may want to change something in the way you appear. Artsy people are fun for adventure and exploring, so, have fun! (smoking weed helps too)

You attract unstable people!
You attract models!
You attract Yuppies!
You attract rednecks!
You attract geeks!
What type of person do you attract?
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