viernes

fundamento para la poesía


Decidió que había llegado el momento de matarse; el sol ardía con propiedad, la ciudad era suave y los pájaros podrían atestiguar el alarido con que se desprendería de este mundo. Y así lo hizo. Saltó desde un décimo piso con las manos entrelazadas, como tratando de congelar en un exiguo paracaídas el refugio para su alma ante el atroz impacto. Y una mujer le vio en su golpe contra la vida. Ella caminaba buscando algo en el cielo, había unas nubes coralinas que se apartaban sin gran alboroto, los árboles de la calle estaban allí y también las farolas; entre ellas la estela emborronada de una precipitación austera y seca se dejó ver por unos segundos. Como una deflagración, aquel vestigio inundó la escena de sus pupilas, era un trazo de grafito amoratado, gris, con el color de la piel cuando se turba. Y vio su tropiezo con las ramas de los árboles y su descomposición trizada ya en el suelo, como lo pedazos del vidrio. Pero de aquella multitud en colisión no brotaron más que plumas, pétalos de margarita y tres o cuatro versos que cayeron como gotas de lluvia en el asfalto. Murieron lentamente, las palabras, como los pétalos, como aquella mañana. Ella lo vio todo, testigo mudo y apabullada, se acercó a la acera y allí mismo se arrodilló para besar la tierra que recibió el golpe. Lamió con devoción aquellos versos en la piedra y el áspero tacto en su boca le hizo comprender que las abstracciones no habitan sólo en la pluma de los poetas.

4 comentarios:

  1. Lo pintas (porque eso es pintar, no escribir) tan sumamente precioso, que así da gusto morir...

    Así que sigue matando, mata a placer, a cientos si quieres, a miles, que hasta eso lo haces con inmensurable encanto.

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  2. Coincido con Rose. Los delicados bramidos, son preciosos.

    Me quedaré aquí un tiempo.

    Besos!

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  3. Jooooooo un poquito tristón el texto :'(

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  4. Ha sido leer dos textos y ya sé que me quedo para mucho tiempo ;)

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