lunes

siempre el eco

Viajó durante tantos años que ya no recordaba la ciudad que le había visto nacer, de hecho su hogar estaba en algún lugar por encima de todas aquellas cosas, de toda frontera. Su maleta, con sus viejos tejanos y aquella libreta abarrotada de sueños le hacían sentirse familiar adónde fuera, alguien con identidad propia y culminante sobre el frío anonimato que es caminar por una calle cualquiera, con gentes indiferentes y no cruzar palabra alguna cuando les encontraba a su paso. Ese ser desconocido y azul en que se convertía le daba cierta estabilidad, hasta que comenzaba a intimar con las gentes del lugar, entonces sabía que era el momento de partir de nuevo. Se llevaba consigo sólo los buenos recuerdos y marchaba una vez más buscando algo, no importaba el qué, que llenase aún más aquel viajero existir del que había hecho una forma de vida. Conoció muchas ciudades aglomeradas de ilusiones incompletas, marchó al campo pero la calma y el silencio de las noches le ahogaban. Habitó en los desiertos, en las selvas, subió a las más altas montañas y descendió por numerosos valles. Le resultaba curiosa la sensación de no encontrarse en ningún lugar y sentir que algo le pertenecía de todos ellos. Un día interrumpió su marcha en mitad de un camino muy solitario y muy llano, miró en todas direcciones, también hacia el cielo. Y gritó. Esperaba escuchar el eco propagarse hacia la infinitud del paisaje para descargar el cansancio que arrastraba desde hacía siglos, pero no fue así. De modo que lo volvió a hacer, esta vez no se detuvo a los pocos segundos y continuó gritando hasta quedarse sin aire y notar cómo cosquilleaba el aullido en su nariz. Y el eco trascendió aquella tarde por encima de los maizales, corrió tanto que alcanzó a las colinas sin apenas pretenderlo y apenas pudo escuchar cómo se alejaba de aquel horizonte, hasta golpear sigilosamente el agua que aguardaba circular en un vaso de vidrio. Un niño lo percibió, sentado en la mesa ante su merienda, y miró por la ventana que había acogido el halo vibracional. No se veía nada, nada había, pero los maizales todavía cabrioleaban, quizás sería el viento-pensó.

5 comentarios:

  1. ¿Te has leído LAS CIUDADES INVISIBLES, de Italo Calvino? Muy propio para tu entrada, y una maravilla de libro.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. nunca contesté a los comentarios, hoy me estoy tomando la tarea. Tarde pero... En fin. No he leido el libro, anoto la recomendación. Gracias!

      Eliminar
  2. éste escrito, con tu permiso...
    me lo guardo, me lo imprimo, me lo envuelvo muy muy bien con papel de colorines, y me lo regalo el día de mi cumpleaños.
    O me lo regalo mañana.
    O mejor ahora.

    Simplemente precioso :)

    ResponderEliminar
  3. Hace tiempo que no te veo el pelo. Todo bien?

    ResponderEliminar
  4. Demontre, que bonito, me sigue gustando un monton como escribes, es una alegria tremenda poder leerte de nuevo.
    Taliesin

    ResponderEliminar