Ya te has ido, no estás
por aquí, has decidido marcharte para no volver.
La información la tengo,
la imagen retumba en mis sienes, la tristeza se hace creciente.
Se me hace una mentira
pensar que nunca volveré verte recortada en cualquier calle, en tu
coche, con tus perros y no me lo acabo de creer.
No puedo.
De alguna manera espero
que alguien me cuente algo que has hecho, alguna locura y trastada de
las tuyas que te hacían ser tú misma y nos hacía sonreír. Y
decíamos, ay... Esta chica, nunca cambiará.
Y no puedo entender que ya no vas a hacerlo.
No sé, desconozco esta
sensación de incredulidad ante lo evidente, me viene grande.
Me viene grande.
Llego a dudar sobre mí
misma y sobre si un día voy a reaccionar, si me vendrá todo de
golpe o si se quedará así, como una incertidumbre que a veces brota
en lágrimas y a veces se queda en un pozo de dudas, en algún lugar,
aquí, aquí dentro.
Me parece estar viviendo
las cosas desde un sueño y que todo ha sucedido, sí, pero lejos,
fuera de mí, a cientos de kilómetros de distancia, en otra galaxia
quizás, en otro universo.
Así que, yo me quedo
aquí, esperando, aún espero recibir un mensaje tuyo, alguna
confirmación de que yo estaba en lo cierto y nada de todo esto que
dicen ha llegado a suceder.
Por eso, no pienso
decirte adiós, si acaso te digo hasta siempre, hasta la próxima,
hasta la vista y hasta luego. Descansa en paz, amiga.