
Cuando te miro no eres más que un caos de posibilidades abriéndose camino en todas direcciones, a dentelladas propagándose por el espacio blanco y rectilíneo. Te muestras distante, aparentemente inacabado y frío, dejas gotear el deseo por tus brazos. Parpadeo y te encuentro allí, hablando en cien mil idiomas diferentes; eres como una ventana a las tinieblas que me habitan sin yo saberlo. Te regocijas en cada parábola, mostrando el lado frágil del momento; eres decadente, delicado, me invitas a la introspección como un círculo naranja y humeante, como una caricia de madre que tanto anhelo. Duermes un poquito mientras yo juego y entonces ya te agitas un poco tímido, como diciendo -no olvides ésto-, abres una nueva puerta silenciosa como la noche, y allí me quedo yo, con la mirada de nieve que reclina despacio, entre todos esos segundos que quieren escapar al tiempo.
En ti convergen diagonales, meandros, fugas y senderos. Tú sólo te muestras, de embelesar me encargo yo y me siento menos perdida cuando veo todo lo que puedes llegar a ser. Te convertiré a suerte en un mundo hermoso y tierno, quizás albergarás un puñado de besos bajo el marfil de los elefantes, o bien el río salvaje en el cabello de mis muñecas. Quizá las muñecas tengan unas fauces prominentes, no lo sé, pero quizás las tengan. Te miro y pienso en los caramelos de la tarde, en el fundido hecho por azar a remolinos y en la mágica silueta que es tu cáscara circundante, un algo revelador que espeja cómo soy, simplemente, cuando me expreso entre azules y púrpuras, y no pretendo hallar más allá de tu estatura la distancia que separa mi alma de las estrellas.
En ti convergen diagonales, meandros, fugas y senderos. Tú sólo te muestras, de embelesar me encargo yo y me siento menos perdida cuando veo todo lo que puedes llegar a ser. Te convertiré a suerte en un mundo hermoso y tierno, quizás albergarás un puñado de besos bajo el marfil de los elefantes, o bien el río salvaje en el cabello de mis muñecas. Quizá las muñecas tengan unas fauces prominentes, no lo sé, pero quizás las tengan. Te miro y pienso en los caramelos de la tarde, en el fundido hecho por azar a remolinos y en la mágica silueta que es tu cáscara circundante, un algo revelador que espeja cómo soy, simplemente, cuando me expreso entre azules y púrpuras, y no pretendo hallar más allá de tu estatura la distancia que separa mi alma de las estrellas.


-No se preocupe, ahora se encuentra a salvo. Celador, escriba la fecha de la incidencia en el archivo del sujeto, anote también las intervenciones que se le van a realizar. Como le digo, ya no tiene por qué preocuparse, señor Palmer. Hubo un fallo en el sistema, perdimos el pleno control de las conexiones con su encéfalo y sus actos comenzaron a ser histriónicos, desiguales, creímos que le perderíamos, lo lamento, le aseguro que no volverá a ocurrir. Celador, acérqueme ese manual. Mire, señor Palmer, aquí viene detallado el sistema de relaciones neuronales que tiene instalado en su cerebro; usted nos pidió eliminar toda la masa que permite al dolor subyacer en su hipocampo ¿Lo recuerda? Por supuesto que no lo recuerda, pero usted nos lo pidió. Normalmente los internos que se someten a nuestro experimento solicitan lo mismo, hacer desaparecer el dolor, aunque usted no se refería al dolor físico. No deja de ser curioso ese miedo a la vulneración humana. Pero nosotros no trabajamos con almas, trabajamos con cuerpos, no somos tan pretenciosos. Hubo algo que le desestabilizó. Ahora pensamos que sería mejor que no volviese a ver a su familia. No, no se preocupe, estarán bien y usted no volverá a preocuparse por ellos. No lo hará porque no les recordará. Ese era el pacto ¿No lo recuerda? Oh, por supuesto que no lo recuerda, pero fue decisión suya. Celador, prepare la dosis. Escuche señor Palmer, ahora sentirá un leve cosquilleo que le obligará a desvanecerse en un profundo sueño. No tema, cuando despierte ya no recordará nada y podrá seguir trabajando en nuestro campo. Todo quedará guardado en su inconsciente y nunca más sentirá el dolor, sin embargo, para asegurarnos que este incidente no vuelve a suceder, le provocaremos una amnesia irreversible de modo que usted y nosotros seremos más felices, creemos que es lo mejor para todos. Celador, aumente la dosis y ejecute, el sujeto se encuentra preparado para la inmersión y presenta inicio de neurastenia. No llore señor Palmer, no se acongoje, no nos obligue a aislarle de nuevo. Usted ya estuvo allí, ya sabe lo que es. Sabe que no se trata de un lugar… Bonito. Estará bien, se lo prometo. ¿Nota el cosquilleo? Como le digo, todo esto será muy rápido, no tiene que temer nada. Sólo nos ocupamos de cumplir con lo que usted nos pidió, usted firmó el consentimiento. Cierre los ojos, en unas horas nada habrá ocurrido…